EL DESPOJO
- Alejandro Juárez
- 31 ago 2017
- 2 Min. de lectura
El brazo presintió la explosión que lo arrancaría de cuajo y entristeció hasta la médula. Iba a extrañar el poder de su puño al amenazar a sus subordinados, la habilidad de cada uno de sus dedos para señalar, acusar, predecir, condenar… siempre había sido un maldito, lo reconocía sin remordimiento. El cuerpo al que estaba ligado destacaba por su mala sangre, incluso en sus mejores momentos. Hábil para traicionar, construyó su carrera sirviendo a los detentadores del poder. Él, era consciente, estaba alimentado por la misma sangre y bilis, por el “humor violento” (si podía decirse así), que los animaba a ambos.
La extremidad sintió un cosquilleo de irritación, una tensión ante las triquiñuelas de su antagonista, astuto bandolero venido a revolucionario. Recordó que unos meses atrás fue prisionero de ese mismo hombre, que estuvo a un tris de fusilarlo al sospechar una traición. Logró escapar de milagro para buscar venganza y organizar la guerra que ahora, finalmente, los enfrentaba.
El miembro se preguntó por qué su dueño era incapaz de percibir la inminencia del desastre, que los miraba como un gavilán acechando a una culebra. Las balas comenzaron a silbar y los obuses reventaron la tierra, estremeciendo las casas de adobe. “Estos idiotas no saben apuntar”, gritó Obregón provocando risas nerviosas de sus oficiales. Con la rapidez de un aleteo la explosión lo despojó de carne y huesos del codo para abajo.
Mientras volaba envuelto por el olor a muerte, el brazo entendió la ironía de su destino: había firmado días atrás la autorización para comprar las balas de cañón, que serían después robadas por los villistas, que ahora las lanzaban en su contra. Ese debió ser su fin, un cierre glorioso para una vida de batallas. Para su desgracia, alguien lo encontró y encerró

en un frasco con formol, obligado a mirar entre el turbio líquido a los curiosos que se acercaban a admirar el trozo de carne, estúpida carroña que aún sentía añoranza por la guerra, por los lejanos y resecos llanos de Celaya.
Publicado en "A la sombra del cuento", Editorial La Zonámbula, 2012.
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